Esa lámpara dice tu nombre. Se enciende,
dice tu nombre, y yo camino como si supiera.
Dejo que su luz amarilla
me cobije, recorro su perímetro,
bailo con las polillas.
Me hablaste de los sonidos
de las imágenes
de los olores
de las miradas humanas y animales
de las distancias
de los lugares
de sus efectos especiales
de las resacas
de las tardes solitarias
de tus palabras
de las que no conoces
de mis pulsiones remasterizadas
de tu miedo a los matices
de los seres transparentes y visibles
de la lluvia
del suicida que nos sueña
de los mundos que alucino
de la imagen sin pantalla
de mi primer
segundo intento
¿cuántos fueron?
del tercer y cuarto
y del gran encierro
del segundo affaire de tu padre
¿en verdad te excitaba?
de los seres y objetos enemigos
¡cuando descubriste a Joy Division!
del miedo a los psiquiatras y a los ecologistas
de cuando esnifé polvo
antes de ir al cardiólogo
de los paseos porteños
escuchando a Spinetta
y a Charly García
me hablaste de las viejas cicatrices
de cuando simulé mi muerte
para ver la reacción de L.
de mi inmadurez
de tus más áridas nociones
de tu inmadurez
de mis juicios sin concepto
de la inmadurez
de mis desapariciones
tan contradictorias
no de las contradicciones
de todo lo que ha sido interminable
de los monstruos ámbar
e infinitos
me hablaste de mi primera muerte
no de tu primera vida
del círculo farmacodependiente
de mis pasos
del trastorno obsesivo-compulsivo de tus pasos
qué hermoso miedo nuestros paso de los pasos
me hablaste de ellos
del camino que siguen
rumbo a los párpados de la pendiente
y era otra esa sonrisa en la sonrisa
brillante de lo humano.
el vacío abarca tanto la cama
que ocupa el lugar que ocupo
y la quietud dice que no hay brazos
que no hay manos
ni piernas
ni otros
que no estoy ni siquiera yo
para dormir conmigo